La leyenda del coquí

Maravillados ante tanta hermosura, los indígenas llamaron la isla, Borinkén. Siglos después, la cultura taína evolucionó; así como el sapito boricua, a quién ellos llamaron coquí. Mientras el jibarito puertorriqueño vigorosamente cultivaba sus fértiles campos; los nativos marineros navegaban su amada perla del Mar Caribe. Una corriente gloriosa fluía entre aquel edén tropical; serenándolos el típico sonido del coquí. ¿Sabías que este sapito se muere de la tristeza si alguien lo remueve de su adorada isla? 

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Esta leyenda que les voy a contar sucedió en un remoto tiempo cuando los indios taínos predominaron en La Isla del Encanto’. Al descubrir el paraíso, ellos se compenetraron instantáneamente con la madre naturaleza. Fascinados, los taínos notaron que diminutos sapos resplandecían a través de la isla. Fue entonces cuando estas mágicas criaturitas les enseñaron su milagroso lenguaje. Ellos le revelaron a los primitivos indígenos poderosos secretos que definen la esencia de haber nacido aquí. Los taínos presenciaron cuando las ranitas musicales impregnaron un bálsamo sagrado en la consciencia boricua. Con los años, el eco de sus cantos comenzó a distinguirse como un mantra que susurra dulces sueños. Estos pequeñitos anfibios han simbolizado la pureza ambiental porque viven entre el agua y la tierra. ¿Sabías que los taínos descubrieron una sabiduría cósmica en los potentes ojos de los sapitos? ¿Y que estas ranitas eran capaces de alarmarlos sobre amenazas atmosféricas? 

Los taínos descubrieron que el oro abundaba en nuestras tierras. Mientras ellos dormían en sus hamacas, bajo la luz de las estrellas; el canto del coquí deleitaba sus sueños. La opulencia resaltaba no solo en la madre naturaleza; también en el fondo de nuestros mares que escondían valiosísimos tesoros. Y aunque lluevan los lamentos decretando que las cosas cada vez se ponen peor en Puerto Rico; aquí el canto del coquí nos recuerda que somos muy afortunados al haber nacido en una isla con tanta abundancia.

¿Viste como María arrasó con la isla enterita? ¿Recuerdas cuando su manto negro cubrió al pequeño archipiélago? Pero a pesar de aquella absoluta oscuridad; el alma puertorriqueña brilló con más intensidad que nunca. ¿Tú crees que nos importa cuántas veces nos caemos? Al cabo, ¡siempre nos levantamos! ¿Acaso te has preguntado por qué somos tan resilientes? Pues dice la leyenda que además del canto del coquí brindarle serenidad a la noche; un bálsamo sagrado se desborda en el corazón de cada puertorriqueño.

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