Después de visitar a Culebra, hace ya varias años atrás, decidí regresar para conectarme con su energía maravillosa. La pequeña y preciosa joya que pertenece a la Isla del Encanto, es también conocida como Isla Bonita.

By Jerry Valentin
Rodeada de las aguas cristalinas y turquesas del mar caribeño, esas tierras de 7 millas de largo y 3.5 millas de ancho, son un jardín mágico que está siempre prometiendo una estadía placentera. En mi búsqueda de palabras inspiradoras y de retratos extraordinarios, en esas tierras vírgenes encontré al cielo en la tierra.

El viaje del ferry entre Fajardo y Culebra es solamente de una hora. Cuando llegué, como a las cuatro de la tarde, tomé un taxi para registrarme en mi hospedaje. Sintiendo el antojo de comer mariscos, decidí cenar en Mamacitas. Mientras caminé al restaurante, me deleité con la brisa refrescante que juguetonamente abanicaba las ramas de los árboles tropicales.
Durante mi caminata de 30 minutos, contemplé las estrellas relucientes, radiando un suplido a través del cielo que brillaba entre el viento. Yo pude oir el canto de un búho resonando con el alma de la isla y el resplandecer de la luz de las estrellas.
Después de comer un plato delicioso de mariscos, caminé de regreso, encantada con la brisa que chocaba con mi piel. Debido a que algunas de las carreteras rurales de Culebra no tienen postes de luz, el único alumbramiento fue el brillo parpadeante de las estrellas. Usé la linterna de mi teléfono celular para iluminar el camino. Luego de caminar por más de una hora y realizar que había tomado la carretera equivocada, noté que la batería de mi teléfono estaba rápidamente llegando a su final. No tenía la remota idea de donde estaba. Aún así, no tenía miedo porque sabía que yo siempre tengo ángeles velando mi camino.

En Culebra no hay nada que hacer en un lunes por la noche, especialmente después de las 10:30 de la noche. Mientras más tarde es, menos gente uno ve en las calles. Así que me encontré sola en un camino desierto y sin luna, preguntándome como iba a regresar a mi hospedaje. Momentáneamente, Shawn, un turista muy amable que estaba visitando a Culebra con su hermosa hija, Luca, paró su carro de golf para ofrecerme ayuda. Durante esos minutos mientras él condujo hacia el lugar donde yo me estaba quedando, le expresé mi gratitud por su gentileza, pero más que nada por poder confirmar que siempre hay ángeles en esta tierra.
En la siguiente mañana, renté un carro de golf. Fui a muchos lugares, explorando todos los rincones aislados de la Isla Chiquita. Aunque estaba sola, podía escuchar a través de su naturaleza las voces angélicas que guiaban mis pasos y me conectaban con mis guías.

Hice muchos amigos y me sentí muy agradecida por la hospitalidad tan genuina de los Culebrenses. Ellos van por la vida llevando un brillo interior como un globo en sus almas. Mientras ellos caminan con un ritmo alegre y una sonrisa animada, ellos le dan la bienvenida a los turistas con un corazón muy abierto.
Apreciando sus pequeñas y modestas casitas, ellos expresan la abundancia que siempre están recibiendo a través de su hermosa isla. Allí no hay miseria, coronando a tan entrañable lugar con un velo de armonía.
Hay una serenidad en el agua salada que puedes inhalar en cuanto pones un pie en la isla. El ruido es reemplazado con el zumbido de la brisa y el gozoso gorjeo de los pajaritos. El crimen es una actividad poco común que no es tolerado por los Culebrenses, como la gran familia que son.

El tráfico se convierte en una parada festiva de carros de golf, entre otros carros que cortésmente y en orden perfecto conducen. Isla Bonita está rodeada de murales artísticos y de colores vivos.
Mientras los animales en Culebra disfrutan de su libertad en la isla, los perros se ven sin correas, solamente ladrando si hay amenaza en el ambiente. Los gatos se ven en todas partes, permitiéndole a los visitantes de todas partes del mundo que exploren sus lugares.

En mi último día, yo sentí que un pedazo de mi corazón se iba a quedar en Isla Bonita. Enamorándome de sus ambientes, me di cuenta que mi conexión con la naturaleza es mucho más fuerte allá. Caminé a la plaza para despedirme de todos mis amigos locales y antes de abordar el ferry, prometí que regresaría pronto para continuar alimentando a mi espíritu con la magia de tan maravilloso pedazo del cielo. ¡No puedo esperar a regresar!
